Criticar o ser criticado
- Giovanni Rodas
- 19 mar 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 26 mar 2023
¿Por qué es más fácil criticar que aceptar una crítica? Es una pregunta difícil de responder, porque depende del contexto de cada persona. Si en nuestro entorno familiar la crítica es una práctica habitual, es muy probable que critiquemos con frecuencia aun cuando no seamos conscientes de ello. Por otro lado, puede ser que no nos interese hacer críticas, pero tampoco nos va bien recibirlas. El dilema está en la forma que adopta la crítica hecha o recibida por nosotros.
En un esbozo muy básico, sabemos que la crítica puede ser constructiva (positiva) o destructiva (negativa). Con una crítica constructiva, hecha o recibida con humildad, se espera que tenga efectos positivos en una persona. Sin duda, este tipo de crítica brinda oportunidades de crecimiento personal. Por otro lado, una crítica destructiva quizás dañe la autoestima de quien la recibe y a la vez provoque un resentimiento.
De cualquier forma, cuando criticamos o somos criticados, nuestro ego juega un papel importante al decidir cómo reaccionamos ante ello. Por eso tendría sentido reflexionar desde qué sitio vivimos la crítica. Estas son tres posiciones que considero habituales:
Cuando somos quien critica
La posición más cómoda, quizás porque desde ese sitio nuestro ego nos empodera por creer que tenemos la razón, aun cuando no es así. Si la crítica es positiva, la hacemos desde la humildad y la otra persona la recibe con agradecimiento, puede potenciar la relación entre ambos. Por ejemplo, en una relación de pareja, entre los padres con sus hijos o entre un jefe y sus colaboradores. Pero si esta es negativa, lo más seguro es que no estemos siendo conscientes de lo que podemos provocar. En nuestro empeño por corregir aquello que nos parece que está mal, nuestro ego no nos permite empatizar con la otra persona. Esto puede fracturar una relación existente o cerrar las puertas para crear una.
Bajo este contexto, algunas preguntas nos pueden ayudar a ser más conscientes cuando estemos en esta posición:
¿Cómo me sentiría si me criticaran de la forma en que yo lo hago?
¿Mi crítica va acompañada de una retroalimentación para quien la recibe?
¿Tiene mi crítica una oportunidad de crecimiento para quien la recibe y para mi?
¿Debo hacer una crítica porque es mi responsabilidad o es una opinión que no me han pedido?
¿Tengo la disposición de ayudar a quien critico para que mejore su propuesta o acción?
Recibiendo la crítica
Sin duda alguna, desde esta posición se pone a prueba nuestro ego. Por mucha que sea nuestra tolerancia y paciencia, no es fácil que alguien nos diga que nos hemos equivocado o que no le parece bueno lo que ofrecemos. Aún cuando la crítica sea constructiva, se necesita de mucha humildad para aceptar que hay espacio para una mejora. Vivimos en un mundo en donde nos enseñan poco a lidiar con el fracaso y por eso estamos constantemente a la defensiva y programados para no perder. Nos aterra el “qué dirán”, otra forma de crítica. El ego nos juega sucio cuando recibimos la crítica, sin importar su forma.
Cuando nos critican y sentimos molestia, quizás nos sirva hacer una pausa, respirar y responder a alguna de estas preguntas:
¿Por qué me molesta recibir esta crítica?
¿Puedo aceptar que me equivoqué y que tengo oportunidad de mejorar?
¿Estoy tomando la crítica como algo personal cuando realmente no lo es?
¿Puedo aceptar y agradecer con humildad las críticas que recibo aun cuando no estoy equivocado?
¿Es necesario contraargumentar todas las críticas que recibo?
La autocrítica
Esta es una situación que difiere en cada persona. Puede que estemos convencidos de que todo lo que hacemos o decimos está bien. Nuestro ego no da lugar para la autoevaluación y menos para la autocrítica. Por otro lado, podemos ser extremadamente autocríticos, al borde de una obsesión por la perfección. La autocrítica no es ni buena ni mala, es una práctica necesaria porque nos da oportunidad para mejorar y reconsiderar nuestras acciones. La clave está en ser benévolo con uno y aceptar que todo es mejorable.
Acá unas cuantas preguntas que considero pueden ayudar a convivir con la autocrítica:
¿Tengo oportunidad de mejorar lo que he hecho?
¿Realmente es necesario ser perfecto en todo?
¿Me incomoda pedir y recibir la opinión de alguien más?
¿Soy capaz de hacer lo que me gusta sin temor al qué dirán?
¿Puedo disfrutar del proceso sin que importe realmente el resultado?
Convivir con la crítica no es fácil, pero estar consciente de lo que nos hace sentir facilita el proceso. En mi caso, el reto ha sido bajar esos mecanismos de defensa, el ego me juega sucio de vez en cuando. Y aunque existen muchas formas de abordarlo, personalmente me ha servido utilizar el eneagrama. Esta herramienta ayuda a ver hacia dentro con el fin de potenciar lo mejor de nuestra esencia y conectar más con el ser y menos con el tener. Ayuda a entender que todos tenemos una perspectiva propia y que estamos llamados a aceptar la opinión de otras personas y, sobre todo, a no ser tan duros con uno mismo.
En definitiva, es un viaje de autoconocimiento muy profundo y que puede incomodar, pero que al final resulta muy gratificante. Sin duda, nos da alternativas para recibir o hacer una crítica con mucha humildad y amor.
Comments